[...] "Advierte además que el discurso empeñado en la verdad debe mostrarse sin adornos y sencillo;
aquel que gusta al pueblo no contiene verdad alguna. Pretende conmover a la turba y embelesar con su ímpetu al oyente irreflexivo, no se presta a un examen, se esfuma". [...]
Séneca. Epístola 40 a Lucilio.
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