miércoles, 8 de junio de 2016

Vicios y banalidades del ser humano.

[...] "La naturaleza no fue tan injusta que, mientras otorgaba a todos los demás animales una fácil existencia, sólo al hombre le impidiese vivir sin el auxilio de tantas artes. Ella nada penoso nos ha impuesto, nada que debamos conseguir con fatiga a fin de prolongar la existencia. Hemos nacido para una vida acomodada: todo lo hemos hecho difícil por hastío de los recursos fáciles. El cobijo, el vestido, los alivios del cuerpo, los alimentos y todos los objetos que ahora se han convertido en enorme problema los teníamos a nuestro alcance, de balde y asequibles con pequeño esfuerzo: pues la justa medida de todos ellos estaba acorde con la necesidad: nosotros los hemos convertido en caros, admirables, sólo posibles de conseguir mediante complicadas y múltiples artes. La naturaleza se basta para aquello que exige.

A la naturaleza ha renunciado el lujo que cada día se estimula a sí mismo, que, a lo largo de tantos siglos, va en aumento y con su inventiva fomenta los vicios. Al principio comenzó a desear lo superfluo, luego lo perjudicial, por último entregó el alma al cuerpo, y le ordenó ser esclava de sus caprichos. Todos estos artilugios que permiten circular o hacer ruido por la ciudad, desarrollan un negocio en favor  del cuerpo, al que antes se le ofrecían todas las cosas como a un esclavo, y ahora se le dispensan como a un señor.

Porque ha desaparecido aquella moderación natural que limitaba los deseos a su necesaria satisfacción; ahora es señal de incultura y miseria contentarse sólo con lo suficiente." [...]



Las enseñanzas que se desprenden de la epístola 90 a Lucilio (Pág 213-220) Editorial: Gredo. 

-Hemos complicado nuestra existencia. La naturaleza nos lo daba todo, y decidimos complicar aquello que por su naturaleza, ya era capaz de cubrir las necesidades del hombre.

-El lujo no para de crecer, conduciendo a los hombres a desear cosas superfluas, vulgares e incluso a veces innecesarias para la existencia. Los hombres comenzaron a poner su alma al servicio de su cuerpo cuando debiera ser justamente al contrario.

-Hemos perdido la esencia de la existencia. Somos el resultado de las concesiones a nuestros vicios de generaciones pasadas. Somos aquellos que aumentan la diferencia entre lo que debiera ser, y lo que es, pues pocos han sido lo suficientemente virtuosos para no encadenar su alma al lujo. Pocos han sido capaces de seguir rindiendo el cuerpo ante el alma como lo haría una persona sabia.

-Ha desaparecido la moderación natural de todo ser que la cual limitaba los deseos a su necesaria satisfacción. Ahora, por el contrario, y según aquellos que en su vanidad de vanidades presumen de ser sabios, "es señal de incultura contentarse sólo con lo suficiente" dicen mientras brindan con vino que no necesitan, y continúan comiendo una vez sus estómagos han sido saciados. Les crece la panza, al ritmo que les decrece el alma.



No hay comentarios:

Publicar un comentario