El mal endémico de la iglesia.
[...] "Lo cierto era que yo no alcanzaba a comprender por qué los hombres de la iglesia y del brazo secular se ensañaban así contra unas personas que querían vivir en la pobreza y que consideraban que Cristo no había poseído bienes terrenales. Porque decía para mí, en todo caso deberían temer a los hombres que quieren vivir en la riqueza y apoderarse del dinero de los otros, y sumir a la iglesia en el pecado e introducir en ella prácticas simoníacas. Y así se lo dije a uno que estaba junto a mí, porque no podía quedarme callado. Y éste se sonrió y me dijo que, cuando un fraile practica la pobreza, se convierte en un mal ejemplo para el pueblo, que acaba por rechazar a los frailes que no la practican. " [...]
Fuente: 'El nombre de la Rosa'. Umberto Eco. Tercer día, Después de completas. PP 340. Editorial contemporánea.
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