sábado, 25 de marzo de 2017

'Ícaro, 1998' por Alberto Vázquez-Figueroa


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Ícaro narra la historia de uno de los grandes exploradores y aviadores del siglo XX. La novela narra las aventuras que vivió el piloto estadounidense James Crawford Angel cuando en una de sus muchas exploraciones y guiado por un antiguo amigo, descubrió la existencia de la que es la cascada más grande del mundo. Monte o cataráta que posteriormente sería conocida como el 'Salto del Ángel' en honor a si no su descubridor, sí su divulgador.

La novela consigue transmitir tanto la pasión por volar que durante toda su vida sintió 'Jimmie Ángel' como los impresionantes paisajes coloridos y llenos de vida con los que contaba la selva venezolana tanto visto desde el cielo como desde dentro de la misma. Por otra parte, creo también que el autor trata de forma muy inteligente los distintos niveles de evolución social y tecnológica existentes en la época según que zona geográfica se visitaba y ésto nos ayuda a entender un poco mejor lo arriesgado que era hacer una expedición aérea a la Gran Sabana en el sureste de Venezuela en aquella época, ya que si en algún momento sufrías alguna avería, muy difícilmente podías salir de la selva en poco tiempo, y eso en el caso que consiguieses sobrevivir a la misma...Misión suicida lo llamarían hoy algunos lo suficientemente desapasionados de la aviación como para no embarcarse en un vuelo que no solo te colmaría de sed el espíritu ávido de volar sino que al mismo tiempo que te proporcionaría las maravillosas vistas que con tanto acierto nos describe el autor, podría reportarte buena parte de la fortuna que leyendas de los indios 'comegentes' decían que se encontraba en el monte Auyántepui.

En cuanto al título 'Ícaro', es bastante evidente que hace referencia al míto de Dédalo y su hijo quienes en su lucha por huir del laberinto, diseñan unas alas para volar. El autor identifica a 'Jimmie Ángel' con el propio Ícaro y me parece una comparación no solo acertada, sino que incluso me atrevería a decir que inmejorable en todos los aspectos ya que tanto Ícaro como el aviador de nuestra novela tienen muchos aspectos comunes.

Es una novela de esas que en mi opinión se deberían de recomendar a los escritores neófitos que necesitan adquirir un vocabulario rico y capaz de describir no solo colores y vida en paisajes, sino incluso a veces sensaciones como la humedad de la sabana o el aroma que desprende la tierra tras una incesante y atronadora lluvia en el interior de la selva.

Por último, es una novela rápida, directa y fácil de leer ya que constantemente el escritor nos lanza estímulos y problemas con los que el protagonista tendrá que enfrentarse a lo largo de no solo sus viajes aéreos, sino también cuando pisa tierra firme por lo se hace imposible desconectar con aquello que se lee. La novela te atrapa y te envuelve en un aura selvático del que te arrepentirás de despertar cuando llegues a la última página.

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