Sobre el enorme valor con el que Cosme Damian Churruca, científico y militar Brigadier de la Real Armada, se batió defendiendo su País y aceptando sus instantes finales, escribió Benito Pérez Galdós en 'Trafalgar', el primero de los 46 tomos que conformarían los 'Episodios Nacionales', tal que así:
[...] "y después de consagrar un recuerdo a su joven esposa y de elevar el pensamiento a Dios; cuyo nombre oímos pronunciado varias veces tenuemente por sus secos labios, expiró con la tranquilidad de los justos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido, asociando el deber a la dignidad y haciendo de la disciplina una religión; firme como militar, sereno como hombre, sin pronunciar una queja ni acusar a nadie, con tanta dignidad en la muerte como en la vida" [...]
Muerto Churruca, no sin antes luchar hasta la extenuación, y apresada 'El San Juan', nave que comandaba el histórico marinero español, por si debiera servir aún un ejemplo más de la gallardía y tesón con el que Brigadier y marineros vendieron cara su derrota, Pérez Galdós nos muestra también en 'Trafalgar' y mediante la respuesta de un comandante accidental del 'San Juan', la máxima con la que tan bravos españoles se lanzaron a una muerte segura; 'No aceptar la rendición salvo ser ampliamente superados en número por sus rivales en el combate'
[...] "Rindióse el San Juan, y cuando subieron a bordo los oficiales de las seis naves que lo habían destrozado, cada uno pretendía para sí el honor de recibir la espada del brigadier muerto. Todos decían: "Se ha rendido a mi navío", y por un instante disputaron, reclamando el honor de la victoria para uno u otro de los buques a que pertenecían. Quisieron que el comandante accidental del San Juan decidiera la cuestión, diciendo a cual de los navíos ingleses se había rendido, y aquel respondió: "A todos, que a uno solo jamás se hubiera rendido el San Juan"
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